Al salir ella toda
la casa quedó fuera
sumergida en la
oscuridad del mediodía,
se oían los pasos
en la alfombra rota
y un reguero de
recuerdos muertos
brilló sin apenas
luz en la madera.
Cuando ella salió
al exterior cerrado
que la vida ofrece
a los que marchan
toda la casa quedo
vacía de silencios
haciendo
insoportable el ruido de la nada.
El segundero en un
bucle inexistente
dejó el reloj sin
hora cierta
y todo volvió a
ser lo nunca sido.
Él quedó
prisionero en su tristeza
a la sombra de un
árbol dibujado
con color de
sangre mortecina.
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