Museo MACBA. oleo sobre tela. 80x81. obra de Jaime Picazo.
Jaime Picazo y el Eternalismo Pictórico.
Una eterna rebanada de materia y espacio.
No hace mucho, el día, ni interesa ni lo recuerdo ahora, paseaba yo por el Barrio Chino de Barcelona. Sus calles las he vivido como un auténtico sabueso. Conocía bien el portal de cada casa pero ese era un día de pasear sin rumbo, mirando todo de forma diferente. Las fachadas parecían más luminosas y la gente más afable. Y todo así debía ser o al menos lo parecía.
Saliendo por Pintor Fortuny hacía Plaça dels Angels llegué al edificio del MACBA. Mi paseo me llevaba sin haberlo planificado a la pintura, de la misma forma que las hojas en otoño caen a la tierra húmeda. El día era cálido y la luz la misma que en el lienzo ves. En el centro de la plaza un pintor , paciente, diminuto y diestro, laminaba el paisaje urbano con una humilde y ancestral herramienta, ya conocida en Altamira, un pincel-bisturí. Con ese mágico instrumento diseccionaba la realidad, en una eterna rebanada de materia y espacio, donde no tiene lugar el ilusorio tiempo.
Jaime Picazo en la Plaça dels Angels de Barcelona frente al MACBA.
Un traje impermeable a la temporalidad.
En el centro de la Plaça dels Angels todo era movimiento, luz y ruido. Los jóvenes esqueiter retaban a la Ley de la Gravedad y de Orden Público. Las de siempre revolucionarias y ahora acomodadas juventudes de la CNT, sentados en corro o en las mesas de la terraza del fondo diseñaban, desde la revuelta pacifica, las bases para edificar un hermoso futuro de amor y libertad. Y en el bullicio, como metido en un traje impermeable a la temporalidad, nuestro hombre discreto parecía ajeno al paso de las horas. Me acerqué a él llevado por mi crónica adicción al aguarrás y la trementina, atraído como una polilla a la radiación irresistible que produce en mí una superficie coloreada. Le observé despacio sin medir mi tiempo. El pintaba sosegadamente. Su mirada no tenía otra diana que la luz inconstante de la plaza, su paleta del color amigo y el pequeño lienzo interminable. Yo le miraba con la devoción de un novicio ante un maestro budista que levita. Tras él yo observaba, acompañando su pincel con mi mirada, dije:" Enhorabuena, me gusta su trabajo". El hombre, sin apenas mirar me dio las gracias. "Yo pinto un poco" proseguí, "pero con menos traza" . Me miró como un monje, levemente sonrió y siguió pintando.
Uno de los sueños recurrentes de mi infancia fue que podía volar. Moviendo fuertemente mis brazos me elevaba unos centímetros del suelo. Pero todo quedó en eso, un sueño. Hoy veo que otros jóvenes continúan soñando lo mismo y lo consiguen sin necesidad de grandes máquinas. Jaime Picazo les retira el tiempo dejándolos eternamente ingrávidos, demostrando que los sentidos nos engañan.
En el centro de la Plaça dels Angels todo era movimiento, luz y ruido. Los jóvenes esqueiter retaban a la Ley de la Gravedad y de Orden Público. Las de siempre revolucionarias y ahora acomodadas juventudes de la CNT, sentados en corro o en las mesas de la terraza del fondo diseñaban, desde la revuelta pacifica, las bases para edificar un hermoso futuro de amor y libertad. Y en el bullicio, como metido en un traje impermeable a la temporalidad, nuestro hombre discreto parecía ajeno al paso de las horas. Me acerqué a él llevado por mi crónica adicción al aguarrás y la trementina, atraído como una polilla a la radiación irresistible que produce en mí una superficie coloreada. Le observé despacio sin medir mi tiempo. El pintaba sosegadamente. Su mirada no tenía otra diana que la luz inconstante de la plaza, su paleta del color amigo y el pequeño lienzo interminable. Yo le miraba con la devoción de un novicio ante un maestro budista que levita. Tras él yo observaba, acompañando su pincel con mi mirada, dije:" Enhorabuena, me gusta su trabajo". El hombre, sin apenas mirar me dio las gracias. "Yo pinto un poco" proseguí, "pero con menos traza" . Me miró como un monje, levemente sonrió y siguió pintando.
Los amigos, oleo sobre tela,85x58, obra de Jaime Picazo.
Aldea Global, olea, 51x82, obra de Jaime Picazo.
Aldea Global, olea, 51x82, obra de Jaime Picazo.
Girando con la luz paraba tiempo y movimiento.
Me despedí cortésmente: " Hasta otra, que tengas mucha suerte. Perdón ¿cómo te llamas?" Jaime Picazo y me dio su tarjeta.
Me despedí cortésmente: " Hasta otra, que tengas mucha suerte. Perdón ¿cómo te llamas?" Jaime Picazo y me dio su tarjeta.
Caminé despacio y me senté en la terraza que está al fondo de la Plaza, como se ve en su oleo, detrás de "Los Amigos". Desde aquí creí observar que el hombre girando con la luz paraba tiempo y movimiento
y sentí que, como él, yo también podía separar cada instante y hacerlos eterno. Puede ser que esto sea una facultad propia de la condición humana que tengamos todos sin saberlo.
y sentí que, como él, yo también podía separar cada instante y hacerlos eterno. Puede ser que esto sea una facultad propia de la condición humana que tengamos todos sin saberlo.
Vuelo en la Plaça dels Angels, oleo sobre tela, 71x50, obra de Jaime Picazo.
Sobre una ola de aire transparente.
La luz entrando por la izquierda. Pudiera ser media mañana. El monje pintor ignora el tiempo y el joven esqueiter levita con su tabla sobre una ola de aire transparente. Sin saber cual fue su movimiento anterior ni cual será el siguiente. Todo se reduce a un eterno y mágico presente. Esta sería la mejor ilustración para entender el eternalismo pictórico. Ya no hay pasado ni futuro, todo es y está presente. El pasado y el futuro son direcciones nunca estados. Solo se pueden recordar sucesos que vienen de un pasado que no ha sido y creemos dirigirnos a un futuro inexistente. De esta forma la ilusión subjetiva del tiempo se mantiene. Cuando llega el futuro siempre estamos en presente. Al mirar la última obra de Jaime Picazo, mas que a un pintor realista, veo a un físico cuántico descuartizando la relativa ilusión del tiempo. Lo que a mí me gusta llamar Eternalismo.
El vuelo, oleo sobre tela, 82x51, obra de Jaime Picazo.
El salto, oleo sobre tela, 95x70, obra de Jaime Picazo.
Lo qué natura no da inteligencia lo repara.
Uno de los sueños recurrentes de mi infancia fue que podía volar. Moviendo fuertemente mis brazos me elevaba unos centímetros del suelo. Pero todo quedó en eso, un sueño. Hoy veo que otros jóvenes continúan soñando lo mismo y lo consiguen sin necesidad de grandes máquinas. Jaime Picazo les retira el tiempo dejándolos eternamente ingrávidos, demostrando que los sentidos nos engañan.
Esqueiter 3, oleo sobre madera, obra de Jaime Picazo.
La danza del MACBA, oleo, 145x46, Jaime Picazo.
Danza cuántica de átomos humanos en el MACBA.
Desde mi mesa en la terraza del café en la Plaça dels Angels abandoné al pintor que persistía en parar el movimiento y me detuve en los jóvenes esqueiters con sus precisos movimientos eléctricos. El movimiento era constante cuando en realidad, como ha demostrado Jaime con su Eternalismo Pictórico, todo estaba quieto. Y me acorde de Eráclitos y Parménides. Para Eráclitos la creación es puro y continuo movimiento. Parménides, primer Eternalista, dice en cambio que todo está inmóvil. Todo está permanentemente inmóvil, es cierto y sin embargo todo se mueve.
Dándole vueltas como un rumiante a estos filosóficos e improductivos pensamientos me fui caminando despacio hasta Plaza Cataluña donde cogí el Metro.
Linea Roja, oleo, 72x47, obra de Jaime Picazo.
En el regreso, después de conocer a Jaime Picazo, desde Plaza Cataluña tengo que tomar la Linea 1 hasta Clot y aquí transbordo a la Linea 2 para llegar a casa. Yo hasta ayer no había visto el lienzo Linea Roja de Jaime Picazo y al encontrarlo me vino a la mente lo leído hace mucho tiempo en mi libro sobre I Ching, de cuando era muy joven y me interesé por el taoísmo. Después, la dura realidad y el castigo del trabajo, me alejaron de aquellas místicas doctrinas. En el I Ching, pasado, presente y futuro son una misma cosa sometidas a la Ley de la Sincronicidad.
Aunque en mi vejez ya no creo en nada, mira por donde, me identifico en edad y volumen con el hombre pensativo que como yo, no se sabe bien si dormita o piensa esperando el tren que siempre me devuelve al mismo sitio. ¿Será sincronicidad? .
Cristo en el MACBA, oleo, 95x195, obra de Jaime Picazo
Juan Barroso
Barcelona, a 20 de marzo de 2013
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