martes, 27 de diciembre de 2011

Rumiando la tarde.

Rumiando la tarde en el Parque del Pricipe, Cáceres 1 de septiembre d 2007

Aunque Cáceres es ciudad digna de ver, yo cada vez la visito menos y con menos ganas. Ya la  ciudad no me parece mía, me parece más de otros. Los cacereños no me reconen ni yo los puedo reconcer. Paseo por Canovas mirando fijamente a la cara a los que me cruzo. Sus caras no me dicen nada. Voy buscando al compañero de clase, al camarada de vinos en el Mesón de los Castuos o en la Machacona, y no veo mas que a viejos canosos o calvos. Ya no queda nadie de mi edad. Aunque mis hijas me dicen que soy de la edad de piedra ya no reconozco ni a las piedras de mi edad. 

Supongo que, en alguna de mis visita a la vetusta Cáceres, me he cruzado con algún compañero de pupitre. Quizás pase junto a Telesforo Alcón Paule y él tampoco me reconoció. Y he buscado a Juan Duarte por la Parte Antigua, en el mismo sillar de granito de la Plaza San Jorge, donde una noche, después de muchos vinos, hablamos de filosofía y de política y renegábamos de Dios y de Fraga Iribarne, que no hacia mucho había visitado Cáceres. Y reíamos al recordar la pinta de su esposa (que en paz descanse), una rubia Marilyn, saludando con él desde el balcón de la Delegación de Gobierno. Y como nos llevan las pierna, tan ligeros, cuando los grises cargaban contra nuestro abucheo.

He buscado a Fernando Carbajal, "El dragoncito" como Candisky y yo le llamabamos. Pero al Fernando parece que se lo ha tragado el tiempo, como a mí. Busco sus pinturas en Internet y no encuentro casi nada. ¿Tendrá una página?. No creo. Pregunto por él cuando voy a visitar mis ruinas. "Si le ví, de dice Candsiky, pero no se bien que hace ahora". ¿Sigue dando clases de dibujo en Magisterio? pregunto. Eh, ¿Como? Ya magisterio no es magisterio. La Normales están cerrada a los docentes (decentes). Es normal en los tiempos que corren. 

He buscado las pisadas por Cáceres de Narbón, pero nada mas ilusorio. A quien puede interesar los campesinos abrasados por el sol y el mal salario, las caras consumidas por las miradas del cacique, la sordidez de lo sordino. Todo está dicho ya. ¿Que se puede añadir?
 

 
Rumiando la tarde de agosto por el Parque del Principe solo pude ver lo que digitalizó mi cámara digital. Y quizás algunos de estos paseantes se sientan tan ausentes y distantes de esta ciudad que yo, sin tan siquiera haber salido nunca de Cáceres.

Juan Barroso
@2011.
 


1 comentario:

Unknown dijo...

¿Hacia donde caminan esos extemeños?. ¿Que habrá al final de ese túnel frondoso?

Da miedo. ¿No?